sábado, 9 de octubre de 2010

Mariposas.

La luna inundaba con su luz blanquecina el departamento que se hallaba en completo silencio; ni goteras ni viento ni gritos de vecinos contaminaban lo hermoso que era estar ahí juntos, sin que alguien estuviese mirando con cautela. Yo respiraba profundamente el sabor de la libertad y oía con fervor el silencio, mientras que tú buscabas en tu celular la lista de reproducción que tanto anhelabas escuchar.
Entre verso y verso, el sueño te fue venciendo, y aunque luchó contra mí, la emoción de estar allí le ganó. Yo te vi dormir. Yo. Nadie me contó que sonríes en sueños ni que dejas de respirar por un segundo; no, yo lo vi, y a medida que te observaba el sueño pidió la revancha. Lo último que recuerdo antes de dormir es que la canción de la que me habías hablado antes sonaba aún...

Y tú apareces en mi ventana,
suave y pequeña con alas blancas.
Yo ni respiro, para que duermas
y no te vayas.

Qué maneras más curiosas
de recordar tiene uno,
qué maneras más curiosas:
Hoy recuerdo mariposas
que ayer sólo fueron humo
mariposas, mariposas
que emergieron de lo oscuro
bailarinas, silenciosas.

...Desperté a eso de las diez de la mañana, y cuando abrí mis ojos seguías ahí, con tus ojos abiertos de par en par, sonriéndome. No había sido un sueño, no había sido algo común y corriente de todos los días. Había sido algo mucho más especial y más importante, algo que no nos dejaría dormir bien por mucho tiempo y que recordaríamos como uno de nuestros mejores momentos: Fue nuestro primer despertar juntos.